martes, 17 de octubre de 2017

Esta fotografía fue tomada ayer, lunes dieciséis de octubre, a las cuatro y media de la tarde. Tapia de Casariego, mi querido pueblo costero, engullido enteramente por las sombras, como en el versículo fatal del Apocalipsis. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla. El aire olía a ruina. Se respiraba dificultosamente. Durante todo el día no pudimos sino sentir una molesta mezcla entre congoja, al tomar conciencia de las trágicas implicaciones de lo que estaba sucediendo, y fascinación, por lo extraordinario que a los sentidos se nos ofrecía.




Esa misma tarde, y habiendo logrado una calma poderosa, tuve tiempo a revisar y corregir los últimos poemas escritos a lo largo de estos últimos dos meses. Creo que tienen algo particular que los aleja del resto de mi obra. Podría decirse que se trata de piezas breves, ordenadas en series o sucesiones, en las que, a la manera mallarmeana, la sintaxis es síntesis. Se incide en una sola imagen nuclear a través de aproximaciones, siempre dejando espacio para la multiplicidad de sentidos. Es bastante probable que la lectura intensa de Barral haya tenido algo que ver con este synthetic style. Barajo también un título para un hipotético conjunto, Eterna, que me gusta bastante.
Qué quieren. El mundo se desmorona y yo escribo poemas casi de la misma manera en que amo. Seguro que no me lo perdonaré.

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