[…]
Por tanto, lo selvático de la pasión consiste en la unidad del yo como universal
con el contenido limitado de su apetito, de modo que el hombre no tiene ninguna
voluntad más fuera de esa pasión singular. El arte suaviza tal rudeza y fuerza
desenfrenada de la pasión, ante todo, por el hecho de que representa para el
hombre lo que éste siente y hace en tal estado.
[…]
Y aun cuando el arte se limite a poner
ante la intuición imágenes de las pasiones, e incluso cuando se muestre
lisonjero con ellas, en esto mismo se da ya una fuerza atenuante, por cuanto
así el hombre adquiere conciencia de aquello que, de otro modo, sólo se da de
manera inmediata. Pues ahora el hombre considera sus impulsos y tendencias, los
cuales sin la reflexión lo desgarran; ahora, en cambio, se ve fuera de ellos y
comienza a enfrentárseles con libertad, por el hecho de ponerlos ante sí como
algo objetivo. […]
Finalmente,
la tercera representación espiritual de la forma romántica del arte ha de
buscarse en la poesía. Su peculiaridad característica radica en el poder con
que somete al espíritu y a sus representaciones aquel elemento sensible del que
la música y la pintura habían empezado a liberar al arte. […]
Hegel, G. W. F., Lecciones de estética, trad. de Raúl Gabas
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